Castigar al perro debe utilizarse de forma excepcional, así que debemos asegurarnos que el momento es el adecuado y que no somos injustos con él. Es importante estar 100% seguros de que el comportamiento anómalo del perro se debe realmente a un problema de educación, no a una causa poco frecuente.
Por ejemplo, si tu perro ladra en su jaula cuando no lo hace habitualmente, asegúrate que nadie está molestándolo o que ningún otro animal anda cerca. De lo contrario el castigo sería percibido como una injusticia.
Además debes castigar al perro en el momento exacto en que se ha producido ese comportamiento inapropiado. Un minuto más tarde ya es demasiado tarde. Si lo hacemos a destiempo el perro no entenderá porque le estamos reprendiendo, porque no serán capaces de relacionar el gesto con el castigo.
Asegúrate que el perro entiende lo que has dicho. No le castigues a la primera de cambio, sino que repítele lo que quieres que haga en varias ocasiones y de diferentes formas. Antes de castigar al perro es importante saber que el perro sabe perfectamente que eso no queremos que lo haga.
El castigo es un gesto educativo, no una forma de aliviar nuestros nervios. Debemos reprender al perro con calma y firmeza, pero nunca con violencia. El castigo debe estar adaptado a la sensibilidad del perro. Con ciertas razas un rotundo “No” es suficiente para que el perro entienda la orden. Un castigo desproporcionado puede provocar que el perro se sienta agredido.
Debemos evitar en la medida de lo posible que sea solo una persona la que castigue al animal. Si siempre es la misma persona la que le castiga, el perro creerá que esa persona es mala y le cogerá miedo.
Si el perro hace un gesto de sumisión deja de castigar al perro. Con este tipo de gestos el perro está aceptando que ha hecho mal y que comprende que le castigues. Si sigues reprendiéndole tras estos gestos de sumisión, el perro no entenderá porque sigues. Por ejemplo, si tu perro se tumba delante de ti o baja la cabeza no sigas castigándole. Ya ha entendido que ha hecho mal.
Otra pauta importante es nunca arrepentirnos de un castigo. Esta pauta va junto a la primera que comentábamos. Antes de castigar debemos saber con certeza que el castigo es justo. Y si lo es debemos reprender al animal en su justa medida. El resto de miembros de la familia no deben consolar al perro o quitarle importancia a lo que ha hecho. La firmeza es clave para que no se vuelvan a cometer determinados hechos.
Huye de los castigos físicos. Lo único que conseguirás con ellos es infundir miedo al animal y hacer que tenga un comportamiento temeroso. Los perros no aprenden a base de violencia. De hecho este tipo de castigos pueden ser contraproducentes.