La historia del perro Cavalier King Charles Spaniel está asociada a la nobleza británica. Su presencia es posible encontrarla incluso en pinturas del S.XVI, cuando solo las castas privilegiadas de la sociedad podían ser inmortalizadas por el arte para la posteridad. El Cavalier era, desde entonces, una de las mascotas predilectas en las cortes del Reino Unido y de otras europeas.
Este can recibió su nombre durante el reinado de Charles II (Carlos segundo, en español), cuando el monarca británico expresó sus simpatías por la raza, al otorgarle un nombre semejante al suyo, King Charles Spaniel. Sin embargo, aunque fue Carlos II quien lo nombró para los tiempos venideros, el Cavalier gozaba desde antes de las preferencias de la nobleza, desde la época de su antecesor Carlos I.
Origen
El origen de la raza se encuentra asociado al Épagneul Enano Continental, del cual desciende este Épagneul Enano Inglés, aunque ambos se diferencian por presentar este último una nuca ligeramente más alargada. La fisionomía del Enano Continental cedió paso a la del Enano Inglés durante el siglo XIX, en un contexto signado por la moda de los perros con caras planas, que provocó la desaparición casi total del Épagneul.
Más adelante, ya en la segunda década del siglo XX, el ciudadano estadounidense Roswell Eldrige rescató la antigua raza. Para conseguir su objetivo, Eldrige realizó una donación de 25 libras a la exposición de Crufts durante cinco años consecutivos, destinada a los mejores especímenes hembra y macho del antiguo tipo, el Épagneul. Fue entonces cuando la denominación cambió, para llamarse definitivamente Cavalier King Charles, de modo que se distinguiera del King Charles de cara plana.
Rasgos físicos
El Cavalier King Charles Spaniel es un perro de talla media y de proporciones bien equilibradas. La frente amplia, los ojos colocados al frente, el hocico redondo y moderado, conforman un equilibrio poco usual en perros de caras llanas en los que, o bien los ojos parecieran querer huir, o bien el hocico se aplasta sobre el rostro. Las orejas largas, anchas y onduladas, se desparraman a ambos lados de la cabeza. Los ojos, siempre negros, proporcionan una mirada atenta y comprensiva a la que sucumbe cualquier clase de humano.
Al tacto su pelo es sedoso, abundante y en ondas. El pelaje se ciñe al cuerpo, terminando en flecos que, en lugar de ser recortados, deben cuidarse y potenciarse. Sus patas son firmes, algo lobunas. El dorso es recto y la cola nunca es más larga que el cuerpo. Esta última, aunque activa para expresar alegría, nunca se eleva por sobre la línea del dorso.
Las combinaciones de color son cuatro. Primeramente, el Blenheim, que tiene manchas color castaño sobre blanco. El antifaz distintivo de esta modalidad está formado por dos zonas de color: hocico, línea frontal y cabeza de color blanco, mejillas, orejas y ojos enmarcados en pelo castaño. Luego, el Tricolor, que posee la misma configuración del antifaz, pero con manchas negras intensas sobre blanco, con lunares de fuego sobre los ojos, y en el interior de las orejas. El tercer tipo es el Negro y fuego, de base negra con manchas color fuego. Finalmente, el rubí, de color castaño intenso en su totalidad.
Comportamiento
Una palabra resume el carácter del Cavalier King: “dulzura”. El afecto brindado a este can regresa multiplicado por diez, de la misma forma que es extremadamente sensible ante el abuso. Es un perro de compañía, no se preocupa mucho por mantener los intrusos a raya, aunque no es para nada un perro cobarde. Explora, husmea y corretea sin miramientos, goza y vive la vida. Con los niños suele llevarse bien, jamás muerde en serio ante juegos bruscos.
Cuidados de la raza
El principal cuidado que requiere esta amigable mascota es el cariño: mucho juego, mucho contacto físico. Esto garantiza su estabilidad emocional y lo hace el perro equilibrado que es por naturaleza, en todos los sentidos. Además, se recomienda el uso del cepillo para cuidar su pelaje, y si el perro no sale mucho de casa, recortarle las uñas para que no se enfermen.
Su esperanza de vida es de once a doce años, aunque se conocen casos que han vivido hasta los dieciséis.