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El año pasado me mordió un chiguagua. ¿ De quién fué la culpa?. Pues, naturalmente, mía.
El perro, gruñía y avisaba de sus célos y mal estar. Yo, pensaba que no tenía que suceder nada, Pero, si sucedió. La paciencia del perro se acabó y me mordió. Toda la culpa fué mía. No híce cáso al perro que noblemente avisaba. Y el que avísa, no es traidor.