Mucho se habla de los perros potencialmente peligrosos en la actualidad. Eso nos ha llevado a hacernos una pregunta: ¿los perros son agresivos por naturaleza? En el siguiente artículo intentaremos responder a esa gran duda y a otras que se generan de la misma cuestión.
Lo primero que debemos aclarar es que el perro históricamente es un animal social. La madre naturaleza no quiso que las luchas internas entre las manadas de lobos (o de perros) acabaran en masacres, ya que esto pondría en peligro a la especie. La agresividad y la combatividad entre la especie son, por tanto, actos ritualizados.
Para ser más claros, podríamos decir que los gruñidos, los ladridos y las amenazas tienen un propósito específico dentro de la comunidad canina, y es establecer un orden jerárquico claro.
El perro, al igual que el lobo, es un animal social que vive en grupos dentro de una estructura social donde la anarquía no puede prevalecer. Para que funcione bien, por el bien de la manada, debe haber comandantes y subordinados, generales y soldados. En la manada las posiciones jerárquicas no se establecen solo con la lucha, aunque ésta es uno de los medios utilizados. Pero la lucha hasta la última gota de sangre eliminaría a demasiados sujetos y por ello la naturaleza no les ha dado ese instinto.
Los gestos que comentábamos anteriormente (ladridos, gruñidos, etc.) forman parte de un ritual de grupo. Estos gestos rituales o esta gran puesta en escena se utilizan para determinar quien tiene más agallas, quien es físicamente más fuerte, quien tiene más agresividad o carisma, etc. Estas puestas en escena no prevén la eliminación del más débil, sino solo la sumisión.
Cuando dos lobos luchas, el perdedor casi nunca resulta muerto. Solo debe hacer los gestos rituales que demuestren su derrota y sumisión (acostarse sobre su espalda, con el vientre o la garganta expuesta, etc). Estas acciones inhiben la agresividad del más fuerte, que abandona cualquier ataque inmediatamente. Las victorias son especialmente morales.
La jauría sí que tiene instinto de matar si se enfrentan a un depredador que constituye una amenaza para la manada. Igualmente podemos ver llegar a la manada a matar a presas para alimentarse, aunque este comportamiento es algo normal en la naturaleza, incluso en la del hombre.
Resumiendo: como vemos, el perro no nace con un instinto agresivo y sanguinario hacia sus congéneres. En este momento quizás estés pensando que los hombres y los perros no son de la misma especie. Y no te equivocas, claro está. Aunque en parte no es del todo cierto.
Para que el animal no sea agresivo con el ser humano debemos desde cachorros enseñarles que la relación entre ambos es la misma que dentro de una manada, y sobre todo demostrándole que la superioridad es nuestra frente a él. El es nuestro “soldado” y nosotros su “general”. Si los roles están claros, el animal no tendrá problemas de agresividad y mostrará un comportamiento de sumisión y armonía.